Revista Audubon / Invierno 2018

¿Son los Estorninos la clave para que los bosques de Guam canten nuevamente?

Décadas luego de que la culebra arbórea marrón arrasara con las aves de Guam, los biólogos tienen un plan ambicioso para traer de nuevo a las especies autóctonas a la asombrosa isla.

A Micronesian Starling perches at the entrance of a nest box on the Andersen Air Force Base in Guam. Once widespread on the island nation, the species now numbers in the hundreds. Their human-made dwellings are hung on smooth concrete poles to prevent brown tree snakes from climbing up and eating the nestlings. Foto: Nancy Borowick

Palabras de Eric Wagner

Published Winter 2018

Los bosques en Guam son extrañamente tranquilos. Desde que las aves desaparecieron hace algunas décadas, solo el zumbido de los insectos y el crujido de las hojas se oyen en el aire húmedo en esta isla de 210 millas cuadradas en el océano Pacífico occidental. No obstante, si un proyecto de reintroducción aviar audaz es exitoso, el terreno montañoso podría una vez más rebosar del canto de las aves.

La historia detrás de los silenciosos bosques de Guam es un clásico en los anales de la invasión ecológica. Comienza alrededor de 1949, cuando las culebras arbóreas marrones viajaron en una embarcación militar estadounidense desde la Isla Manus en Papúa Nueva Guinea. Los reptiles, que pueden crecer hasta ocho pies de largo y cuyo hábitat autóctono va desde Australia hasta la región cercana de Melanesia, se multiplicaron y avanzaron hasta la avifauna de Guam. Para el momento en que los biólogos detectaron el problema en la década del 80, las culebras habían extinguido a 13 de las 22 aves de reproducción en el área silvestre, incluidas seis especies endémicas. Las 12 especies forestales se vieron muy afectadas, y solo la Salangana de las Carolinas y el Estornino de Micronesia se aferraron a su existencia en las tierras libres de culebras en la base de la fuerza aérea de los EE. UU. Otras, como el Rascón de Guam y el Alción Micronesio sobreviven solo mediante programas de cría en cautiverio.

La bióloga Haldre Rogers de la Universidad Estatal de Iowa y su equipo están trabajando para reintroducir algunas de esas especies perdidas, y al hacerlo, ayudar a reconstruir un ecosistema mayor. Ante la ausencia de aves, los bosques cársticos de Guam, que cubren un tercio de la isla, han cambiado significativamente. La densidad de las telarañas puede ser hasta 40 veces mayor en las islas con más aves, lo que sugiere que las arañas (que compiten con los depredadores aviares) ahora infestan los bosques. Muchas plantas, mientras tanto, han disminuido. Setenta por ciento de las especies de árboles, incluidos los åplokhateng con bayas y åhgao, cuentan con las aves para que coman sus frutos y dispersen las semillas a lo largo y a lo ancho. (Algunas son hasta cuatro veces más probables de germinar después de pasar por el intestino del ave). Rogers descubrió que debido a las culebras, el número de plantones para dos especies comunes se redujo hasta un 92 por ciento, mermando el alguna vez denso dosel arbóreo.

Introducción del Estornino de Micronesia. Conocido localmente como Sali, es un ave negra brillante con un ojo amarillo y un canto claro. “Probablemente sea la diseminadora aviar de frutos más efectiva que había aquí”, explica Rogers. “Esto significa que es la mejor candidata para restaurar la función del ecosistema”.

Extendidas históricamente, en 2016 menos de 1,000 Salis sobrevivieron en Guam. Como aves nidificantes en cavidades, las aves son presas fáciles para las culebras que frecuentan los árboles. Entonces el primer paso para elevar los números era proteger a los estorninos hasta que los polluelos emplumaran. Los colaboradores de Rogers coincidieron en una simple solución: Colgaron las cajas nido de PVC en postes que eran muy resbalosos para que las culebras trepen. Desde que instalaron los dispositivos alrededor de la base de la fuerza aérea Andersen en 2015, 589 nuevas crías han emplumado.

El siguiente paso es construir nuevas cajas nido (con ayuda de los estudiantes de Guam en talleres) fuera de los confines de la base. Para ello falta al menos un año y es un desafío considerable, dado que dos millones de culebras arbóreas marrones aún reptan por la isla. La población ha sido estable desde la década de 1990, a pesar de los esfuerzos de erradicación localizada que incluyen lanzamientos desde el aire de ratones envenenados con acetaminofén, el cual es tóxico para los reptiles.

“Definitivamente las culebras aún son una preocupación”, dice Rogers. Pero no le satisface esperar mientras las comunidades de árboles mueren sin sus aves. Incluso si una fracción de las crías de estorninos llegan a la adultez, ayudará a detener e incluso revertir, la reducción de extensiones de bosque. “Es un paso pequeño”, admite Rogers. “Pero es importante para producir un ecosistema más diverso que funcione”.

Su esperanza es que eventualmente las lecciones aprendidas por su equipo acerca de los esterninos puedan marcar el camino para la reintroducción del Alción Micronesio, otro ave nidificante en cavidades que está siendo criado en el zoológico de Filadelfia y otras instituciones en los EE. UU. Como el Sali, están aguardando sus alas, listos para retornar a su hogar.

A pair of starling chicks hunker down inside one of the nest boxes, custom-designed by Colorado State University biologist Julie Savidge and her team. These chicks are almost fully feathered and will soon fledge out of their home. They typically spend about 25 days in the nest. Foto: Nancy Borowick

Scientists and starling-squad members Martin Kastner (top) and Henry Pollock open a nest box on Andersen Air Force Base as an adult bird flies in to observe. The structures—modified from chickadee dwellings—are a valuable tool for tracking reproduction, and also provide researchers with easy access to starlings for banding and population monitoring. Foto: Nancy Borowick

Iowa State University biologist Haldre Rogers identifies a vine in a mature limestone forest. Rogers, who first visited Guam in 2002 as part of a U.S. Geological Survey team to halt the brown tree snake’s spread, was struck by the silence of its forests. She has spent the last decade studying the ecological consequences of bird loss on the island. Foto: Nancy Borowick

Chewed-up fruits of Pandanus, a common understory tree on Guam. The seeds were probably regurgitated by pigs, but sometimes they're also deposited by Mariana fruit bats, which are endangered in the country. In the absence of birds, the bats are one of Guam’s last remaining frugivores. Foto: Nancy Borowick

Kastner holds a starling chick just removed from its nest box. In its foot the bird holds pieces of broadleaves that makes up the nest cup. A fecal sample, on Kastner’s palm, will provide valuable dietary information. Foto: Nancy Borowick

Pollock and Kastner open a mist net in a forest. They are trying to capture free-living juvenile and adult starlings so they can collect valuable information about their diet, behavior, movements, and habitat use. Foto: Nancy Borowick

A brown tree snake rises out of the “snake pit” at a U.S. Department of Agriculture laboratory on Andersen Air Force Base on Guam. To control the predators' spread—as many as two million may still slink around the island—the reptiles are captured in modified minnow traps and brought back to the lab for processing before they are euthanized. Foto: Nancy Borowick

Kastner (right) demonstrates how a nest box works at Sågan Tinanom Nature Park in northern Guam. Ultimately, the team hopes to deploy these nest boxes around the island to help the native starlings expand their range. The species is probably the most effective avian fruit disperser on Guam, and in the absence of it and other birds, some tree seedlings have plummeted by as much as 92 percent. Foto: Nancy Borowick

Researchers Natalie Myers and Ed Perez draw a census of understory seedlings. As part of Rogers’ Ecology of Bird Loss project, they monitor native-plant growth and survival on Guam, as well as the brown tree snake-free Mariana Islands. The purpose is to show how the reptilian predator affects not just the birds they eat, but the habitats in which those birds used to forage and live. Foto: Nancy Borowick

Micronesian Starlings, like most species of their kind, are cavity-nesters. Adults will aggressively defend their young, but they're no match for brown tree snakes. Only two of Guam's twelve forest birds—the starling and the Island Swiftlet—still live freely in the island's wilds. Foto: Nancy Borowick

A subadult starling with a freshly captured insect perches with its younger kin. The juvenile, which fledged from one of the nest boxes, wears three color bands and a metal band on its legs. Unique color combinations like this allow scientists to follow individual birds over time and learn about plumage development, survival, and changes in movement and habitat use. Foto: Nancy Borowick

Corrección: Los frutos masticados en la foto nro. 5 originalmente fueron identificados por error como dejados allí por murciélagos frugíferos. Algunos epígrafes también fueron editados para aclarar que las cajas nido fueron diseñadas e instaladas por un equipo diferente del de la Universidad Estatal de Colorado.

Este artículo se publicó originalmente en la edición de invierno de 2018 como “Island of Silence” (isla del silencio). Para recibir la revista impresa, hágase miembro hoy mismo realizando una donación.