Haciendo un mundo más seguro para las aves, un trozo de vidrio a la vez

En un centro de investigaciones en Pensilvania, una serie de productos amigables para las aves se están probando con técnicas simples pero infalibles.

En los días más lindos de primavera, Mary Shidel comienza sus recorridos a alrededor de las 6 de la mañana. Como asistente de marcado en el Powdermill Avian Research Center en la zona rural de Rector, Pensilvania, es su trabajo recoger aves cantoras migratorias de varias docenas de redes escondidas alrededor de las zonas boscosas y pantanosas de la propiedad. Despliega las redes a alrededor de las 5:45 am y pasa las siguientes horas recorriéndolas, liberando y recolectando a las aves que han volado hacia ellas.

La mayor parte del tiempo, las trampas atrapan paseriformes: una mascarita común, un montón de maulladores gritando desaforados, un colorín azul realizando su frenética rutina. Estas especies demostraron ser los mejores sujetos. Una vez que se las marca y se las considera sanas, pueden utilizarse para realizar una gran variedad de estudios, dice Luke DeGroote, ecologista de aves y coordinador del Programa de Marcado de Aves en Powdermill. La bioacústica, el seguimiento por radar, y las pruebas de cristales seguros para aves son solo unos pocos ejemplos.

Los experimentos con cristales, por su parte, pueden ser el campo de investigación más singular e integral en el centro. Cada año, entre 365 y 988 millones de aves en los Estados Unidos mueren a causa de colisiones con ventanas y otras estructuras translúcidas. Una gran parte de dichas muertes ocurren durante las migraciones de primavera y otoño.

Powdermill es el hogar del único túnel de prueba de vidrio del país: cualquier producto que desee promocionarse como “seguro para las aves” debe aprobarse aquí primero. Fabricantes tales como Arnold Glas, Guardian Industries, y Walker Glass crean paneles de muestra con franjas, puntos (denominado fritado) y otros patrones, y luego los envían al centro para ser evaluados por aves y científicos.

“Un buen prototipo tiene un patrón de alta densidad muy visible que las aves puedan ver fácilmente”, dice Christine Sheppard, directora de Bird Collisions Campaign de la American Bird Conservancy (ABC), la cual certifica los productos antes de que salgan al mercado. Sheppard es la catalizadora detrás de las pruebas de vidrios en los Estados Unidos; también es responsable de fomentar la sociedad entre ABC y Powdermill. Tomando como inspiración el trabajo del ornitólogo Austríaco Martin Rössler, Sheppard encabezó la construcción del túnel en Rector en el año 2009. Desde ese entonces, ella y el personal del centro han evaluado más de 150 productos diferentes con la ayuda de miles de aves marcadas. De ellos, nueve —además de numerosos artículos diseñados para impedir que las aves colisionen con los cristales, tales como pegatinas o adhesivos— obtuvieron una calificación suficiente para que se los considere “seguros para las aves”.

La apariencia modesta del túnel disimula su importancia científica: Es una caja de madera de 25 pies de largo, montada sobre un pivote para permitir su alineación con el sol. La estructura es negra y está cubierta con espuma por dentro, pero el extremo posterior está abierto con el fin de instalar dos paneles de vidrio: uno liso y uno impreso. Una tela de color azul cielo con un patrón de nubes brinda contraluz a los paneles. Mientras tanto, una red casi invisible, colocada tres pies por delante del vidrio, atrapa al ave antes de que puedan golpearlo.

Cuando se libera al ave en el espacio, los científicos verifican en primer lugar su nivel de estrés, y registran todas las medidas y datos. Luego guían al sujeto hacia la apertura del túnel, la cual está cubierta por la manga de un pijama para niños, permitiendo que permanezca allí un momento y recupere su conducta. El vuelo en sí dura menos de un segundo, y se registra por medio de una cámara ubicada cerca de la entrada.

“Míralo volar”, dice la técnica del túnel de Powdermill Lauren Horner. Ella y Sheppard se sientan juntas frente al monitor LCD, observando como una mascarita vuela directamente contra el extremo de vidrio del túnel. Justo antes de colisionar, vira hacia la izquierda —hacia el panel experimental— y lo rescata la red. “Aunque eso parezca ser una evasión clara, tendré que volver a ver este video, cuadro por cuadro”, cuenta Horner. Se somete a cada prototipo a al menos 80 pruebas. Para obtener una calificación aprobatoria, debe contar con una tasa de evasión del 70 % o más.

Horner apaga la cámara y luego abre una compuerta en la parte posterior izquierda del túnel. La mascarita está allí sentada, posada en el extremo de la red de niebla. Con un golpe de sus alas, se impulsa hacia fuera y hacia arriba, en dirección del cielo.

“Aunque esa mascarita no se dé cuenta, nos está ayudando a hacer un mundo más seguro para las aves”, comenta Sheppard. Ella y ABC continúan reforzando las normas para los fabricantes de cristales, las empresas de construcción, y los propietarios de bienes raíces. ABC ahora provee créditos LEED para la prevención de colisiones, y ofrece una guía gratuita en línea sobre cómo diseñar arquitectura teniendo en cuenta a las aves. Y con grupos como Vassar College y el Zoológico de Filadelfia uniéndose al movimiento, el mismo está tomando vuelo rápidamente. Los propietarios de casas presentan un desafío con sus insistencias sobre la estética, pero DeGroote cree que también se los puede convencer. “Estos productos pueden ser atractivos y eficientes”, sostiene. “La gente a menudo se sorprende de ello”.