En la carrera para salvar a la misteriosa ‘Ave Legendaria’ de China

El Charrán Chino se declaró extinto hace décadas. Desde su redescubrimiento en el año 2000, los científicos han estado trabajando para garantizar que el ave marina más rara de Asia se establezca con firmeza en esta realidad.

A alrededor de las 5:30 de la mañana, la isla de Tiedun ya había despertado por completo. La pequeña isla rocosa cerca de la costa de la provincia de Zhejiang se encuentra sumergida en la niebla, pero la lluvia que ha atosigado al este de China durante días finalmente ha cesado. La caída de más lluvia es inminente, por lo que solo existe un breve margen para una operación encubierta que se viene postergando hace días. “Deberíamos hacerlo ahora”, argumenta Don Lyons. “No hay tiempo que perder”.

Amontonados en una cabaña alrededor de la pantalla de una computadora, Lyons, director de ciencia de la conservación del Programa de Recuperación de Aves Marinas de Audubon, y sus colegas chinos intentan identificar a su objetivo a través de la trasmisión en vivo. Mueven el ratón de un lado a otro para observar la bulliciosa colonia de aves y luego realizan un acercamiento sobre un ave en particular, la cual está incubando un huevo. El ovalo moteado blanco y negro sobre el cual está sentada se parece a los miles de huevos de charranes puestos en Tiedun durante la primavera, pero es una vida especial escondida a plena vista. Pertenece a uno de los 69 Charranes Chinos en peligro crítico de extinción que viven entre los más de 4,600 Charranes Piquigualdos en la isla.

Con tan solo alrededor de 100 individuos a nivel global, el Charrán Chino es una de las especies aviares más raras del mundo. Los observadores de aves asiáticos lo llaman el “ave legendaria”, un apodo inspirado en la vuelta del charrán de la perpetuidad del olvido. Estas elegantes aves marinas se creyeron extintas hace casi un siglo, pero fueron redescubiertas casualmente en el año 2000. A pesar del interés renovado desde aquel entonces, se sabe muy poco sobre el ciclo de vida de estos marinos emplumados, en especial a dónde van fuera de la temporada de reproducción, dónde pasan el invierno y sus rutas migratorias entre dichos sitios.

El equipo que vigila el huevo espera poder responder algunas de esas preguntas mediante, por primera vez en la historia, la colocación de un marcador satelital en un Charrán Chino adulto. “El seguimiento satelital podría proporcionar la información vital que necesitamos con tanta urgencia para ayudar a salvar a la especie”, cuenta Fan Zhongyong, un ecologista del Museo de Historia Natural de Zhejiang en Hangzhou, quien ha estado intentando conservar las colonias de reproducción en el este de China durante 16 años.

Escondidos en una choza cerca de la zona de nidificación, Fan, Lyons y Lu Yiwei, otro ecologista del museo de Zhejiang, observan la colonia con binoculares. La cantidad relativamente pequeña de Charranes Chinos aquí dependen de sus parientes cercanos (más grandes tanto en tamaño como en número) para la protección contra depredadores. Como el observador humano puede notar de inmediato, la seguridad en grandes números hace que la vida esté llena graznidos y riñas. Los charranes cuidan sus territorios con ferocidad, alargando sus cuellos para picotear a sus vecinos cuando se acercan demasiado. Cientos más vuelan sobre sus cabezas, sus alas largas y puntiagudas con un movimiento rítmico a través del brumoso cielo de verano.

El trío ubica el nido objetivo. “Vamos”, exclama Fan enérgicamente. Los charranes salen volando a medida que los científicos se aproximan, cerniéndose en el aire como helicópteros miniatura, aleteando y emitiendo ruidosos llamados. Un líquido blanco cae sobre la frente de Lu y se desliza por su cara. “Les encanta defecar sobre los intrusos”, cuenta mientras se limpia la cara. Sin sentirse intimidados, los investigadores corren directamente hacia el huevo solitario sobre aquel hoyo poco profundo. Buscan a su alrededor los indicadores —una piedra, unos paneles solares, otros nidos— que habían visto en la pantalla de la computadora. Seguros de tener el huevo correcto, Lu coloca una trampa de alambre sobre el mismo. Abre la puerta de la jaula y vuelve a verificar el activador. Los investigadores dejan la colonia a las corridas.

Una vez de vuelta en el escondite, esperan que alguno de los adulto regrese al nido. Los charranes comparten las labores de cuidado del nido, y es imposible determinar el sexo sin una prueba de ADN. Fan divisa a uno de los padres volando por encima del nido, y todos lo observan mientras da un par de vueltas antes de posarse. Camina alrededor de la trampa notablemente confundido, fijando la mirada sobre el huevo. Se detiene ante la puerta abierta, y luego vuelve a caminar alrededor de la jaula. Sus vecinos chillan a modo de protesta cuando cruza líneas territoriales invisibles. El Charrán Chino está demasiado concentrado en su huevo para notarlo.

Los investigadores observan tensos y nerviosos. Hay mucho en juego. Y para poder marcar al ave, necesitan poder sujetarla en forma segura. El instinto primario de cuidar de su huevo es tan fuerte que el charrán arriesgaría prácticamente lo que sea. Pero, ¿lo hará?

E

l naturalista alemán Heinrich Bernstein descubrió la especie que ahora se conoce como el Charrán Chino en 1861, en la Isla de Halmahera en Indonesia. A principios de siglo, los observadores de aves informaron la presencia de colonias de reproducción en las islas cerca de las costas del este de China, confiriéndole por ende su nombre, así como la presencia de poblaciones de invernada en el sudeste de Asia, Indonesia, Malasia, Filipinas y Tailandia. Un zoólogo chino recolectó 21 especímenes a lo largo de la costa norte de su país en 1937, y esa fue la última vez que alguien vio a esta especie por décadas. Los científicos supusieron que el Charrán Chino había desaparecido.

Luego, en el año 2000, el fotógrafo de vida salvaje taiwanés Chieh-Te Liang deslumbró al mundo de las aves al fotografiar cuatro parejas de Charranes Chinos anidando entre Charranes Piquigualdos en el Archipiélago Matsu en China.

Dos años más tarde, Chung-Wei Yen, un ornitólogo del Mueso Nacional de Ciencias Naturales de Taiwán, visitó el museo de Zhejiang y mencionó el descubrimiento de su vicedirector, Chen Shuihua. Aunque la noticia había llegado a los encabezados internaciones, Chen, experto en aves urbanas, no había oído al respecto. Se sintió intrigado al escuchar a Yen reflexionar sobre si los charranes se reproducirían en cualquiera de las miles de islas cerca de la costa de Zhejiang, dentro del hábitat histórico de la especie.  Tanta fue su intriga que, en 2003, Chen se embarcó en una expedición de cuatro años para encontrar al tan escurridizo charrán.

Chen y sus colegas exploraron 1301 pequeñas islas en el Archipiélago Zhoushan. Encontraron Charranes Embridados. Charranes Rosados. Charranes de Sumatra. Pero isla tras isla, ni un solo Charrán Chino.

En el verano de 2004, se trasladaron 60 millas al sur del Archipiélago Jiushan. Las más de 70 islas habían sido designadas como reserva natural provincial para la protección de la sepia china común, la corvina amarilla, la marsopa lisa y la Gaviota Colinegra. El equipo chino tenía la tarea de llevar a cabo un sondeo de la flora y la fauna, y durante todo el proceso buscaron al ave legendaria.

El 1 de agosto, el equipo debía visitar las últimas islas. “Había demasiada niebla. No podíamos ver nada a más de una decena de metros”, cuenta Chen, quien convenció al reacio capitán de seguir adelante. “Sería una pena no poder completar el sondeo”, recuerda haber pensado. “¿Y si hay algo inusual allí?”.

No ocurrió nada inusual hasta que el bote se acercó a Jiangjunmao, conocida como el “Sombrero del General” debido a que sus acantilados empinados a los lados y su superficie plana cubierta de vegetación se asimilaban a un sombrero militar. Fuertes chillidos resonaban en el aire. Pequeños puntos negros se distinguían entre la espesa niebla. “¡No podíamos creer lo que veíamos! Había miles de Charranes Piquigualdos”, cuenta Chen. Era la colonia de aves marinas más numerosa que habían encontrado. Es más, sabían que los Charranes Chinos tienden a anidar entre sus primos cercanos. Con el uso de binoculares, divisaron alrededor de dos docenas de aves raras entre los 4,000 Charranes Piquigualdos.

Sin embargo, una identificación visual no se considera evidencia sólida. Chen estaba ansioso por regresar a Jiangjunmao con una cámara con un lente largo para poder obtener la evidencia. No obstante, dos semanas después, el Tifón Rananim azotó el área, y tan pronto como se disipó comenzó a formarse el Tifón Megi. “Sabía que incluso si las colonias pudieran sobrevivir a Rananim, Megi daría el golpe de gracia”, afirma Chen. “Quería llegar allí antes de que lo hiciera Megi”.

Los capitanes de los botes se rieron de Chen. Nadie quería navegar en la dirección de un tifón inminente. Un lugareño llamó al plan “suicida”. Chen no se dio por vencido. “Estaba determinado a ir allí”, dice. “Nada más parecía importar”. Finalmente, un pescador accedió. El pequeño bote de madera era azotado por olas de varios metros de altura, y la tripulación sacaba innumerables baldes de agua de la borda para permanecer a flote. “Parecía que no íbamos a lograrlo”, cuenta Chen.

Finalmente, lo hicieron. Mientras Chen escalaba el Sombrero del General, observó los estragos ocasionados por Rananim. La colonia estaba plagada de cáscaras de huevos rotos. Unos pocos polluelos deambulaban en estado de confusión, aparentemente abandonados. Algunos adultos, incluidos algunos Charranes Chinos, se quedaron para incubar los huevos, lo que le permitió a Chen tomar algunas fotografías de cerca del ave legendaria. Regresó a los pocos días, luego de que Megi había pasado. La colonia había sido totalmente abandonada.

Los Charranes Chinos no volvieron hasta unos tres años después, en 2007, cuando ocho individuos anidaron entre alrededor de 2,000 Charranes Piquigualdos. La reserva natural envió a miembros del personal para vigilar a la colonia las 24 horas del día. Cuando se terminaban los suministros de agua y comida, abandonaban la isla durante una noche para reabastecerse. En su ausencia, los cazadores furtivos desembarcaban en la isla y se robaban todos los huevos. Habían diezmado una de las dos zonas de reproducción conocidas de una especie al borde de la extinción.

“Era totalmente devastador. El sentimiento de pesimismo y desolación era indescriptible”, cuenta Chen, con la voz quebrada y lágrimas en los ojos. Las aves se fueron. Nunca más volvieron. Era el peor momento en la historia del Charrán Chino. “Recuerdo haberme preguntado: ¿Cuál es el problema de China?”, reflexiona. “¿Cuál es el problema de los chinos?”.

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os chinos no son los únicos que cazan aves por sus huevos, su carne o sus plumas. Las personas lo hacen en todo el mundo desde siempre. Los sombreros de plumas, por ejemplo, impulsaron el declive de las Garcetas Níveas y otras aves limícolas de América del Norte a fines del siglo XIX. La indignación pública llevó a la formación de las divisiones de Audubon Society, las cuales contribuyeron a la sanción de leyes de protección, tal como la Ley del Tratado de Aves Migratorias.

En China, la conservación de las aves aún se encuentra dando sus primeros pasos, en especial en relación a aves marinas. El Departamento Forestal supervisa a las aves, pero no cuenta con la experiencia para extender estas labores al mar. Por otro lado, el Departamento Oceanográfico es responsable solo de la vida marina. Los Charranes, por ende, caen en una suerte de vacío regulatorio. A raíz de esto, la ley de 1989 que prohíbe la caza de aves y el robo de huevos se aplicó de manera deficiente.

“La falta de conciencia tiene mucho que ver”, comenta Zhang Ankang, empleado del Departamento Oceanográfico de Xiangshan. Los huevos de aves eran muy populares en los restaurantes locales, y los pescadores los recolectaban para comer o vender. La pesca excesiva ha ocasionado que las capturas se desplomen en las últimas décadas, y los huevos proporcionaban un ingreso adicional. Los lugareños recolectaban huevos frente a Chen en el Archipiélago Zhoushan y en otras áreas cerca de la costa de Zhejiang. “Para ellos, es tan natural como aceptar un regalo del cielo”, relata.

Para los charranes, la pérdida de los huevos interrumpe su ciclo natural. En lugar de dirigirse al sur al final del verano antes del comienzo de la temporada de tifones, se quedan para una segunda nidada. En 2004, cuando Chen descubrió a los charranes en Jiangjunmao, se informó un incidente de robo de huevos en la región que puede haber impulsado a las aves a una segunda nidada en la isla en julio, solo para ser diezmada por Rananim y Megi. “Es un impacto doble”, resume Chen.

Un punto de inflexión en 2010. En respuesta al incidente de 2007, el gobierno de Xiangshan y el Museo de Historia Natural de Zhejiang organizaron una conferencia internacional para la conservación de las aves marinas. Por primera vez, los representantes de los dos departamentos reguladores se reunieron y acordaron trabajar juntos con el fin de desarrollar políticas para proteger a las aves marinas y dedicar recursos para una mejor supervisión y administración. Las autoridades locales publicaron la ley existente en carteleras en puntos de tránsito centrales, llamando la atención al hecho de que la caza de aves y el robo de huevos eran delitos penales. Repartieron folletos en restaurantes y aldeas pesqueras. Movilizaron a la policía para realizar inspecciones en mercados y restaurantes locales. “Después de que algunos pescadores fueron arrestados por violar la ley, los lugareños se dieron cuenta de que el gobierno tomaba este asunto muy en serio”, destaca Zhang, gerente de la reserva de Jiushan. “La situación comenzó a mejorar gradualmente”.

Mientras tanto, Zhang y otros se preguntaban si podían atraer a los charranes de vuelta a Jiangjunmao. El deseo estaba impulsado por la preocupación por la especie, pero también era una cuestión de orgullo. La presencia del Charrán Chino en aquel lugar había ayudado a darle renombre nacional a la reserva de Jiushan. “Pero las aves nunca regresaron a Jiushan después del incidente de 2007”, rememora Chen. “Fue un poco vergonzoso”.

Los ornitólogos japoneses y estadounidenses a los que acudieron en busca de asesoramiento sugirieron que intentaran un método de atracción social: utilizar señuelos y grabaciones de audio de los llamados de las aves para atraerlas a anidar. Estas técnicas, promovidas por Steve Kress, director fundador del Programa de Restauración de Aves Marinas de Audubon, han convencido a docenas de especies de aves marinas de colonizar casi 100 ubicaciones en todo el mundo. “Los charranes son especialmente receptivos”, cuenta Kress. 

Para aquel entonces, Chen y sus colegas habían aprendido más sobre el comportamiento del ave por medio del estudio de una pequeña colonia descubierta en 2008 en el archipiélago Wuzhishan, un área que Chen había explorado en 2003, 60 millas al norte de Jiangjunmao. Los investigadores conocían las fechas de llegada y partida de los charranes, los periodos de incubación y emplumado, y las características para un área de nidificación exitosa.

Armado con dicho conocimiento, Chen convenció al gobierno de Xiangshan de intentar el método de atracción social. Se escogió Tiedun, una pequeña isla en la reserva de Jiushan mucho menos empinada que Jiangjunmao y, por ende, más accesible para los investigadores. No obstante, Tiedun requería trabajo. “Era necesario un poco de ingeniería ecológica para hacer que Tiedun fuera apropiada”, cuenta Fan.

En abril de 2013, con la ayuda de expertos en aves marinas, incluidos Lyons, Kress y Daniel Roby, un experto en charranes de la Universidad Estatal de Oregon, Chen y sus colegas esparcieron grava para imitar los sitios de nidificación naturales, podaron los arbustos para que los charranes pudieran divisar a los depredadores y pusieron trampas contra ratas y serpientes. Luego, colocaron 300 señuelos de charranes e instalaron un sistema con alimentación solar para transmitir llamados de charranes grabados en Wuzhishan.

Con el fin de minimizar los disturbios, Ding Peng, de la reserva natural de Jiushan, y Stefanie Collar, una estudiante de posgrado de la Universidad Estatal de Oregon, vigilaban la potencial colonia desde una isla vecina por medio de binoculares. A principios de mayo, cuando suelen llegar los charranes, algunos simplemente siguieron su camino. “Sentían cierta curiosidad por los señuelos. Algunos les ofrecían pescado, otros incluso intentaron aparearse con ellos”, recuerda Ding entre risas. “Pero ninguno se quedó”.

Fue una larga espera, exacerbada por las barreras idiomáticas. Collar no hablaba chino. El inglés de Ding era muy limitado, y él no podía entender el dialecto de Xiangshan del cocinero local que los ayudaba en el campamento. “Utilizábamos mayormente el lenguaje corporal para comunicarnos”, cuenta Ding. “Puede ser sorprendentemente eficiente”.

A fines de julio, el equipo estaba listo para darse por vencido. “Pensamos que no habíamos logrado el área de reproducción correcta. Pensamos que no les gustaba”, recuerda Ding. Cuando llegaron a Tiedun para recoger los equipos, se dieron cuenta de que el sistema de reproducción de audio estaba roto. Lo arreglaron y decidieron dejarlo durante algunos días más.

A la mañana siguiente, un día glorioso, recuerda Ding, con el cielo celeste y libre de nubes, cientos de Charranes Piquigualdos y algunos pocos Charranes Chinos se habían agrupado en Tiedun. “Nunca antes había visto tantas aves marinas”, exclama Ding. En unos pocos días, alrededor de 3,300 Charranes Piquigualdos y 19 Charranes Chinos se asentaron y comenzaron a reproducirse (los investigadores sospechan que habían abandonado su primera colonia, probablemente debido a un tifón de mediados de julio). El equipo vigiló de cerca la isla de Tiedun hasta octubre, cuando los adultos y más de 600 polluelos de Charrán Piquigualdo y al menos un polluelo de Charrán Chino, partieron hacia sus áreas de invernada.

El equipo construyó una cabaña en Tiedun para vigilar la colonia (y el sistema de audio) más de cerca. Una habitación cuenta con un monitor de computadora conectado a la cámara de vigilancia, junto con dos camas para los voluntarios; la otra, cumple la función de cocina y habitación adicional. En 2015, los investigadores comenzaron a utilizar el método de atracción social en Wuzhishan para ampliar la población allí. En 2018, los dos sitios contaban con 77 Charranes Chinos adultos y 25 polluelos.

Además de las tres colonias de reproducción conocidas —Tiedun, Wuzhishan y Matsu, en el Estrecho de Taiwán— se descubrieron dos más: una segunda colonia en el Estrecho de Taiwán y otra en una isla de Corea del Sur, en la que los investigadores se sorprendieron de encontrar a los charranes anidando entre Gaviotas Colinegras.

Aún así, los Charranes Chinos se divisan con mayor frecuencia a lo largo de la costa este de China. Y en estos días, cada ves más personas están en la búsqueda de ellos. Luego de la conferencia en 2010, el gobierno llevó a cabo campañas de educación y difusión. Chen y sus colegas comenzaron a compartir historias sobre las aves legendarias, así como su crítica situación, en escuelas y aldeas pesqueras. Los medios locales y naciones presentaban con frecuencia iniciativas de conservación para salvar a los charranes. Una exhibición sobre esta especie en el Museo de Historia Natural de Zhejiang en 2018 atrajo a cientos de miles de visitantes. Hoy en día, cientos de personas se inscriben como voluntarios para vigilar a los charranes en Tiedun, denominado el “trabajo más poético” de la provincia (sin mencionar las salpicaduras de guano).

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e vuelta en Tiedun, los investigadores están anonadados ante la frustrante aversión del Charrán Chino a entrar en la trampa. Mientras esperan, otro de su especie regresa con un pez agitándose en su pico. Su compañera y su cría chillan a medida que el ave aterriza y alimenta al polluelo hambriento.

Hoy en día, Tiedun y Wuzhishan albergan al 80% de los Charranes Chinos en reproducción, y producen docenas de polluelos cada año. Sin embargo, tener tantas aves concentradas en dos lugares es una situación insegura para una especie en peligro crítico de extinción.

“Pueden ser diezmados con facilidad por los tifones o por grandes incidentes de contaminación”, explica Fan. “Sería devastador”. Los investigadores planean emplear el método de atracción social en otras islas, incluidas aquellas más al norte, las cuales son menos susceptibles a los tifones que, probablemente, sean cada vez más frecuentes e intensos debido al calentamiento global.

Abundan otras amenazas, tales como la pesca excesiva. Aunque existe una prohibición de junio a septiembre, no se impone un límite de captura fuera de dicho periodo; una situación que reduce en gran medida los peces de los que se alimentan los charranes. Y aunque la caza furtiva ha cesado, los pescadores aún recolectan algas y moluscos de las islas, lo cual perturba a las aves. A su vez, el creciente turismo en las islas costeras podría afectar a las colonias de aves marinas fuera de áreas protegidas. También es posible que las aves se estén poniendo en riesgo ellas mismas. Los análisis genéticos demuestran que algunos charranes de Wuzhishan son híbridos fértiles de Charranes Chinos y Piquigualdos. Esto significa que los Charranes Chinos puros podrían extinguirse por medio de su propia reproducción, cuenta Chen, aunque en este momento la taza de hibridación es menor al 5%.

Si bien los investigadores cuentan con una clara visión de las aves en sus colonias de reproducción conocidas, están intentando descubrir dónde pasan los charranes el resto del tiempo y qué desafíos podrían encontrar en otros lugares. Desde 2015, han marcado a casi 900 Charranes Piquigualdos y 5 Charranes Chinos. Los re-avistamientos pueden ayudar a rastrear sus movimientos e identificar hábitos importantes, pero el enfoque es ineficiente y ofrece, en el mejor de los casos, tan solo un panorama de lo que está sucediendo. Los marcadores satelitales, por el contrario, ofrecen una imagen más integral de su ciclo de vida. “La posibilidad de poder ayudar al ‘ave legendaria’ dependerá de si podemos develar el misterio que los rodea”, aclara Chen. “La colocación de marcadores satelitales es una forma importante de abordarlo”.

De ahí la tensión por la posible captura en Tiedun. Luego de caminar alrededor de la jaula algunas veces más, finalmente, y con cautela, se mete dentro. Se sienta sobre el huevo, moviéndose hacia adelante y hacia atrás para encontrar una posición cómoda. Los investigadores no lo dejan descansar demasiado.

Fan, Lu y Lyons se abalanzan sobre la colonia, esquivando nidos. Una vez más, miles de charranes alzan vuelo. Cuando el ave en la jaula intenta aletear para unírseles, activa un cable suspendido que cierra la puerta. Lyons llega a la trampa unos instantes después. Con delicadeza, retira a la criatura nerviosa, la coloca dentro de una bolsa de lino y regresa a la cabaña. 

Cuando Lu saca al charrán de la bolsa, este gira su cabeza con calma y observa sus alrededores. “Mira su cresta negra y brillante”, indica Lu. “Aún tiene su plumaje de reproducción. ¡Qué hermoso!”. Parece relajarse a medida que Lu lo sostiene con ambas manos, acariciando las plumas suavemente con los pulgares. Luego de colocarle el marcador al ave, todos se juntan para tomar fotografías de ZE5, una futura leyenda entre las leyendas.

Para fijar el marcador satelital, Lyons coloca un pequeño arnés en el ave, ajustando las tiras alrededor de sus patas.

“El truco es ajustarlo lo suficiente como para que no se caiga, pero no demasiado ajustado que afecte al ave de cualquier manera”, comenta Lyons, que habla por experiencia propia al haber marcado 20 especies de aves. Ajusta las tiras hasta que estén perfectas y luego ata un nudo en el extremo y lo fija con pegamento. Fan y otros miembros del equipo de Zhejiang registran el peso del ave y la longitud de su pico, torso y alas. A su vez, le quitan un par de plumas para un análisis genérico. Luego liberan a ZE5.

A la mañana siguiente, Lyons se despierta a las 5 a.m. El penetrante olor del mar impregna la isla. Lo primero que viene a su mente es ZE5. “¿Dónde estará ahora?”, se pregunta. “¿Cómo le estará yendo con el marcador?”. Toma sus binoculares y se aproxima al borde de la colonia.

Bajo el suave resplandor de la madrugada, Lyons ve a ZE5 sentado en su nido. Su cresta despeinada se eleva con el viento, como un mohawk punk. Mientras el ave se acomoda sobre su huevo, Lyons puede notar una fina antena que sobresale. Se siente eufórico. “Es un gran alivio ver que al ave le está yendo bien, aún muy motivada e interesada en su nido”, comenta. “Es un nuevo amanecer para el conocimiento que obtendremos sobre esta especie y cómo podemos ayudarla”.

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a mayoría de los investigadores abandonan Tiedun unos pocos días después, pero ZE5 permanece al alcance de la mano. Realizan un seguimiento obsesivo del paradero del ave, observándola en tiempo real por medio de una aplicación cartográfica para teléfono celular, a medida que busca alimento cerca de la colonia. Por motivos desconocidos, el huevo no eclosiona. Con el tiempo, los padres abandonan el nido a principios de julio, y ZE5 comienza a aventurarse hacia el mar abierto. Aunque su zona de distribución habitual es de 40 millas, la mitad del tiempo permanecen cerca de Tiedun, viajando una distancia de alrededor de 7 millas. Sus viajes se superponen casi por completo con aquellos de los cinco Charranes Piquigualdos que también marcaron este año, lo cual podría indicar que algunas aves que anidan en las mismas áreas migran a los mismos lugares. 

En ocasiones, ZE5 realiza algunos viajes más largos. El 11 de julio, por ejemplo, 20 días después de colocado el marcador, voló 62 millas hacia la colonia en Wuzhishan. Los investigadores sospechan que ZE5 podría haber anidado allí anteriormente. Quizás estaba analizando potenciales áreas de apareamiento y nidificación para el futuro, como suelen hacer los charranes. Las aves altamente sociales y adaptables tienden a visitar diversos sitios cada año y contar con extenso conocimiento de potenciales áreas de reproducción, cuenta Lyons.

Treinta y siete días después de colocado el marcador, ZE5 vuelve a aventurarse hacia el océano una vez más. Esta vez, se pierde la señal. Quizás el marcador dejó de funcionar. Quizás el arnés se rompió y el marcador cayó al océano. Quizás es ave logró quitarse el arnés. O quizás murió.

Los investigadores se sienten abatidos, incluso cuando estaban al tanto de esta posibilidad. Los Charranes Chinos son un poco más pequeños y ligeros que los Charranes Piquigualdos, los cuales han sido rastreados por años. Con el fin de reducir el impacto sobre el ave, el equipo optó por un marcador de dos gramos. Los cinco Charranes Piquigualdos contaban con marcadores de cinco gramos; tres de ellos aún funcionaban al momento de la publicación de Audubon. El marcador más liviano utiliza una batería más delicada y paneles solares más pequeños. El material del arnés también es más fino y menos duradero, probablemente.

“Nuestra principal prioridad es hacer que el marcador sea lo más seguro posible para el ave”, enfatiza Lyons. “Siempre hay que ceder algo. Quizás nos hayamos arriesgado a que el ave se quite el marcador antes de lo deseado, pero hemos, con suerte, minimizado el riesgo de lesión o muerte”.

Considerando que el marcador no parecía impedir los movimientos de ZE5, los investigadores confiaban en que los dispositivos más grandes utilizados para el seguimiento de otras especies de charranes también serían adecuados para el Charrán Chino. Es factible que intenten colocar un marcador más grande y duradero a los charranes en una de las pocas áreas de invernada conocidas en Indonesia en enero y en Tiedun el próximo verano.

A pesar de que sus movimientos exactos continúan siendo un misterio, la fascinación por el Charrán Chino se está extendiendo más allá de China. Los observadores de aves al este en Corea del Sur y al sur en Indonesia, a unas 2,400 millas de Tiedun, están cada vez más emocionados de poder avistar esta rara especie. Tendrán sus binoculares preparados a lo largo del hábitat histórico del ave, entre bandadas de Charranes Piquigualdos y Gaviotas Colinegras. Por medio de foros de avistaje de aves internacionales, muchos han oído hablar de ZE5, y este invierno estarán atentos al marcador rojo y blanco en su pata derecha. Mientras tanto, la base de admiradores de ZE5 en China ya está ansiosa por ver si regresa. “Con suerte, lo volveremos a ver una vez más en Tiedun o Wuzhishan el próximo verano”, se emociona Fan.

Este artículo se publicó originalmente en la edición de invierno de 2019 como “Una leyenda entre las masas” (A Legend Among the Masses). Para recibir la revista impresa, hágase miembro hoy mismo realizando una donación.