Gracias a este club, los niños ya no tendrán que observar aves solos, ni sentirse solos

Hace trece años, seis adolescentes ayudaron a abrir in grupo de jóvenes observadores de aves en Ohio. Desde entonces, otros alrededor del mundo han adoptado su modelo.

En una fresca mañana de un sábado de noviembre, docenas de adolescentes se levantaron antes que las aves. Mientras otros estudiantes de las escuelas secundarias de Columbus seguían dormidos, este grupo tan unido se reunió en el centro de la ciudad poco después del amanecer para dar inicio a la 12.a conferencia anual del Ohio Young Birders Club (OYBC) con una caminata de avistaje de aves. Con binoculares colgando de sus cuellos, platicaban afuera del punto de reunión en el Centro Audubon de Grange Insurance, emocionados de que el evento que habían estado esperando durante meses finalmente había llegado.

Segundos después de que el reloj marcara las 8 a. m., Sarah Winnicki se paró delante del grupo. “Yo fue estudiante del OYBC”, les dijo. “Ahora ya soy una persona mayor”.

Winnicki tiene 24. Mientras conducía a sus compañeros observadores de aves a lo largo del río Scioto por un área boscosa que solía ser un terreno repleto de basura, no eran los adolescentes los que hacían las preguntas; varios padres que se habían unido a la caminata atacaban a Winnicki con preguntas sobre el club, el grupo más grande de su tipo en el país. Ella fue uno de los primeros miembros, les contó, habiéndose unido poco después de su inicio en el 2006. Hace pocos meses le pidieron que diera las palabras de apertura de la conferencia de este año. La invitación le sacó las lágrimas.

Winnicki ha visto crecer el OYBC desde un puñado de niños hasta los 120 que hay actualmente. Cientos más han pasado por el club y sus seis divisiones regionales en los últimos 13 años. El Black Swamp Bird Observatory en el noroeste de Ohio creó el grupo y continúa dirigiéndolo, pero desde el inicio, son los niños quienes han estado al mando de casi todo, desde determinar la edad de la membresía (12 a 18) hasta organizar la conferencia anual.

Mientras se desarrollaba la caminata con Winnicki, con un Carpintero Escapulario y una bandada de Ampelis Americanos entre lo más destacado, un miembro de OYBC enseñaba un taller de dibujo de campo en una de las aulas del centro Audubon. El resto del día estaría lleno de presentaciones de estudiantes sobre temas desde los campamentos de avistaje de aves del verano hasta el voluntariado en un centro de rescate aviar para identificar la vida silvestre pelágica.

La influencia del grupo se ha extendido hasta más allá del Medio Oeste. Kimberly Kaufman y Laura Guerard, directora ejecutiva y directora educativa del Black Swamp Bird Observatory, respectivamente, cuentan que han asesorado a clubes en 20 estados, Canadá y Uganda en la última década. La demanda ha sido tan buena que su equipo creó un kit de herramientas para emprendimientos de jóvenes observadores de aves, disponible en el sitio web de eBird.

“Sin su asesoramiento, no hubiéramos sabido cómo empezar” cuenta Lena Moser, quien es cofundadora del Maine Young Birders Club, que se fundó en el 2017. “Su mensaje era, ‘sueñen en grande, pero comiencen dea poco y crecerá como una bola de nieve. No todo se trata de los números’”.

Antes de que existieran estos clubes en Ohio y otros lugares, los observadores de aves de las generaciones nuevas tenían que hacerlo solos o unirse a los adultos, y en muchos casos todavía lo hacen. “En todo el país, hay niños pequeños a quienes les interesan las aves y que creen que son los únicos”, comenta el editor de campo de Audubon, Kenn Kaufman. La diferencia de cuando Kaufman comenzó solo en estas actividades como adolescente en la década de 1970 es que ahora los jóvenes observadores de aves pueden buscar en línea grupos de personas con los mismos intereses.

Para Winnicki, encontrar esta comunidad no solo le ayudó durante su época difícil de la adolescencia, también alimentó tanto su pasión por la ornitología que se ha dedicado a la investigación del desarrollo de las crías de Gorrión Sabanero Pechileonado como estudiante de posgrado en la Universidad Estatal de Kansas. En el discurso de apertura que dará más tarde, les hablará a los miembros más jóvenes del club y sus familias sobre los problemas de la adolescencia, aquellos de las aves que ella estudia, además de todos los retos que enfrentan las observadores de aves jovenes.


Winnicki le encantan las aves desde que era una niña pequeña. Una de sus primeras palabras fue mirlo y el primer regalo de Navidad que ella pidió fue un par de binoculares. Para cuando estaba en el jardín de infantes, ya estaba llenando de notas su guía de campo. Pero cuando comentó a ir en caminatas de avistaje de aves cerca de su casa en el norte de Ohio, estas le parecieron desalentadoras. Era hija única y los adultos nunca le prestaban atención. Todavía recuerda cómo dolía que le dijeran, cuando avistaba un Águila Real, que estaba equivocada, aunque ella sabía que Ohio era parte de la ruta migratoria del ave de rapiña.

La vida en la escuela era aún peor. En sexto grado, Winnicki y sus compañeros de clase tuvieron que llevar un diario de aves. “Se burlaban de mí constantemente por emocionarme por este proyecto”, comenta. “Desde entonces decidí: no voy a hablar sobre aves. No les voy a decir a las personas que me gusta el avistaje de aves. Ni me voy a dedicar a una carrera relacionada con aves”.

El siguiente año, sin embargo, leyó sobre OYBC en una columna semanal de avistaje de aves en el Plain Dealer de Cleveland que nunca se perdía. La existencia del grupo parecía demasiado buena para ser cierta. Para el siguiente viaje de campo faltaban un par de meses, y era para ir a observar a la gaviota argéntea en el lago Erie en Cleveland. Winnicki recortó el artículo y lo guardó en su guía de campo. Había otros observadores de aves allí, en Ohio justamente, y tenían un club. Eso fue suficiente para convencer a Winnicki. En esa época ella sufría de trastorno bipolar, pero aún no había sido diagnosticada. “Estaba en una posición muy peligrosa”, comenta.

Winnicki shares her memories from a childhood full of birding. Main photo: Camilla Cerea; Individual photos: Courtesy of Sarah Winnicki

El club acababa de comenzar la primavera anterior. Kimberly Kaufman era la directora de educación del Black Swamp Bird Observatory en ese entonces, en el 2006, y un día una niña de 12 años llamada Jena Jaskulski y su madre fueron a verla. A Jena le gustaban las aves y la naturaleza, pero ninguno de sus compañeros de clase compartía su entusiasmo. ¿Ofrecía el observatorio un programa para niños de su edad? Kaufman dijo que no, pero que debería. Comenzó a buscar un modelo, suponiendo que otras organizaciones ya habían preparado el camino. No obtuvo nada.

Entonces, Kaufman invitó a Jaskulski y a cinco observadores de aves a su oficina, el 21 de mayo, recuerda en ese instante, para hablar sobre lo que querían en un club. Los seis niños habían discutido lo esencial: el nombre, el rango de edad, el enfoque de los viajes de campo y una cuota de membresía de $5. Uno de ellos, Phil Chaon, sugirió una conferencia anual. A los adultos les pareció una excelente idea, y Kaufman dijo que su esposo, Kenn, podía llevar a otras lumbreras del avistaje de aves. Después de una pausa larga, Chaon dijo, “Pues... nuestra idea es que nosotros demos las presentaciones”.

“Cuando se tienen 15 años, se puede ser muy optimista del mundo”, comenta Auriel Fournier, una de las fundadoras, quien presentó en las primeras dos conferencias y es ahora una ornitóloga que trabaja a lo largo del Golfo de México. “Creo que todos teníamos estos grandes sueños de lo que creíamos que se convertiría OYBC. Queríamos crear algo para cualquier joven de Ohio que estuviera interesado en aves”.

El club todavía estaba en desarrollo cuando Winnicki se unió siete meses más tarde. Camino al lago Erie con su padre, abrió su guía de campo para estudiar los patos y gaviotas que tal vez podrían ver. El grupo parecía ideal para ella, pero le preocupaba que otros no la recibieran bien. Al llegar, alguien le sirvió chocolate caliente y le dijo que estaban tratando de encontrar una Serreta Grande entre los montones de Serratas Medianas. Supo que estaba entre los suyos: un equipo de observadores de aves nuevos, felices de desafiar fuertes vientos y temperaturas bajo cero.

Durante los siguientes seis años, el apoyo de sus amigos observadores de aves y de mentores como los Kaufman fue de ayuda para Winnicki para salir adelante a pesar de sus complicados problemas de salud mental. “Era simplemente extraño pasar de sentirme ajena a tener este grupo que me aceptaba por quien era y que me apoyaba sin preguntar”, comenta. “Pronto se convirtieron en una familia para mí. Eso era algo que yo tanto necesitaba en esa época de mi vida”. Se le quiebra la voz mientras lo dice. “No creo que estuviera aquí de no ser por ellos”.

A lo largo de su adolescencia, Winnicki dice que su confianza creció a medida que aceptó oportunidades que de otra forma nunca hubiera imaginado. Fue presentadora en conferencias de OYBC y del Simposio de Avistaje de Aves del Medio Oeste, viajó a las islas Galápagos con una empresa de turismo ecológico, escribió para el boletín del club y participó en una llamada en conferencia con el gobernador de Ohio para hablar sobre su amor por las aves y la importancia de la conservación. Faltó a las fiestas de graduación y a las reuniones de exalumnos cuando coincidían con los viajes de campo mensuales.

Los viajes, comenta Kimberly Kaufman, ayudan a promover la ambición más grande del club de introducir a los niños a todos los aspectos de la naturaleza. “No era necesariamente que esperábamos que solo se dedicaran a carreras relacionadas con la ornitología o la biología”, comenta, “sino que continuaran con esta ética de conservación y la aplicaran a lo que fuera que decidieran hacer en la vida”.

En general, ese ha sido el caso. Algunos de los primeros alumnos han estudiado biología y ornitología; otros son guías de avistaje de aves en América del Sur y África. También continúan aportando al club; regresan como expositores en la conferencia y asesoran a sus sucesores.

Cuando Black Swamp Bird Observatory presentó una solicitud para un subsidio estatal para el último otoño de OYBC, Kaufman les pidió a Winnicki y Fournier que escribieran los argumentos de apoyo. “En mi carrera no habrá nada”, dice Kaufman, con la voz entrecortada, “que sea más significativo que estar en el extremo receptor de esas cartas”.

Para las 10 a. m., en la caminata de Winnicki se habían podido observar solo 15 especies y pocas sorpresas, pero los niños no se veían desilusionados; se habían reencontrado con amigos de otras escuelas y hecho amigos nuevos.

A lo largo de las siguientes cuatro horas, entre charlas con carteles y el cuestionario de identificación de Kenn Kaufman, un favorito entre los asistentes más competitivos, Winnicki conversó con los miembros actuales. Ella ha dedicado su vida a adquirir conocimiento sobre las aves, y muchos en la conferencia estaban deseosos de seguir su ejemplo. En su discurso de apertura de esa tarde, ofreció una guía básica. Compartió sus dificultades personales en el avistaje de aves como adolescente e hizo énfasis en la importancia de buscar mentores que ayuden a superar las dificultardes y a dedicarse a una carrera en ornitología. El club y el apoyo que sus miembros ofrecieron, dijo, le dio una comodidad interminable.

Katelyn Shelton de dieciséis años, una de las estudiante oradores principales, sabe a qué se refiere. “Creo que OYBC cambió mi vida”, comentó. “Me hizo sentir más segura de ser quien soy”.

Al igual que muchos de sus compañeros del club, Shelton se enamoró de las aves en su jardín. En marzo pasado, con la ayuda de los asesores de la Sociedad Audubon en Columbus y su padre, ella colocó cajas para Azulejo Gorjicanelo en una pradera al final de su cuadra. La especie nunca había anidado ahí, pero eventualmente una pareja se instaló, junto con las Golondrinas Bicolor y los Carboneros de Carolina. Shelton los observaba por horas a la vez y se alegró mucho cuando descubrió cuatro polluelos de los Azulejos. A sus compañeros de clase de la secundaria, sin embargo, no les interesaba mucho.

“En la escuela me conocen como la ‘chica de las aves’”, comentó. “Un amigo me apoda Pajarito, y eso no me molesta. Incluso me gusta. Me gustan las aves. A veces tienes que admitirlo y sentirte orgulloso de ello”.

Para Shelton, quien compartió fotos de su campamento de aves en Colorado, y otros adolescentes expositores, pararse delante de un público es una experiencia formativa. Los organizadores adultos siempre han tratado la conferencia como un evento profesional. Los conferencistas reciben un pago honorario, y se requiere de una preparación seria para dominar el escenario. Helena Souffrant, 15, era una niña tímida que se reía nerviosamente de emoción con cada ave nueva. Se ganó la beca del club para asistir al Campamento Chiricahua en el sudeste de Arizona el verano pasado, después del cual decidió dar una charla sobre la experiencia. Dio la charla en Columbus con gusto, y concluyó agradeciendo al club por introducirla al avistaje de aves. “Es una habilidad y un pasatiempos que disfrutaré el resto de mi vida”, dijo.

Después de los aplausos, una voz suave se escuchó desde el fondo del salón. Mitchell SanGregory, apenas a dos semanas de cumplir 15 años, ayudó a identificar algunos de los bichos de seis patas en las dispositivas de Souffrant. En el 2017, un poco más de un año después de unirse al club, SanGregory habló en la conferencia acerca de la relación depredador-presa entre las aves y los insectos y codirigió un viaje de campo con Kenn Kaufman.

SanGregory vive en el punto medio entre Cleveland y Toledo; “el epítome de la vida en un pueblo pequeño”, comenta y siempre sintió que no había nada para hacer. Luego un día caminó por un área de un bosque cerca de su casa que creyó que estaba desierto y vio algunos carpinteros y pequeños gorriones asustadizos, que más adelante aprendió que eran Juncos Ojioscuros. Regresó en secreto con una cámara y tomó fotos de todas las aves que encontró, y siguió regresando. “Me sentaba en el bosque por horas, observándolas hacer lo que hacen y viendo cómo viven”, cuenta. “Estar aquí me da la oportunidad de hablar sobre aves con personas de mi edad”.

Después de que la conferencia terminó a las 4 p. m., SanGregory paseó sin prisa por un pequeño jardín mientras la puesta del sol pintaba el cielo de los colores del otoño. Después de notar algo que le llamó la atención, señaló una montaña de mantillo detrás suyo. “Acabo de ver un saltamontes recién salido del huevo”, dijo sorprendido e hizo una pausa. “Seis meses en el lado equivocado del calendario”.

Se preguntaba sobre la supervivencia de la joven criatura en este mundo incierto y cambiante. Al igual que Winnicki, Souffrant y muchos otros jóvenes observadores de aves, OYBC ha aumentado la curiosidad de SanGregory por la naturaleza y lo introdujo a una comunidad en la que su conocimiento no se considera algo raro. Se celebra.

Este artículo se publicó originalmente en el ejemplar de primavera de 2019 como “The (Before) Breakfast Club” (El club (antes) del desayuno). Para recibir la revista impresa, hágase miembro hoy mismo realizando una donación.