Pico contra pico, dos Rayos de Sol Luminosos defienden su territorio en las alturas de la Cordillera Central colombiana. En esta imagen, captamos la lucha que precedió a un intento de beber de la misma flor. Con nosotros estaba Harrison Vargas, un niño de 12 años, y uno de los guardianes de las aves que encontramos durante nuestro viaje.Foto:Niky Carrera Levy and Mauricio Ossa
Ángel Gonzalez dejó de cazar aves gracias a su hija. Una noche, el campesino llegó a su casa en medio de las montañas al oriente de Colombia, con una Pava Andina bajo el brazo, y su escopeta colgando del hombro. Furiosa, su hija, entonces de seis años, lo llamó criminal, y le preguntó qué le había hecho el animal similar auna gallina para que él decidiera quitarle la vida. Conmovido, Gonzalez le dijo que no había carne en la casa. Ella, obstinada, le respondió que entonces comerían huevos de gallina, o cualquier otra cosa. González se tomó su preocupación en serio. Desde ese día, empezó a ver las aves silvestres de manera diferente – ya no las caza. El cañón de la escopeta se convirtió en un tubo de metal para trabajar en la casa. La culata de madera ardió en el fuego que calienta la casa campesina.
Gonzalez nos cuenta esa historia después de mostrarnos emocionado siete cochas de Soatá (también llamadas changos colombianos), una ave en peligro de extinción y el registro número 1.347 en nuestra travesía para completar el primer Big Year en el país. El campesino es hoy un guía de aviturismo en Gámbita, en el departamento de Santander, y uno de tantos guardianes de las aves que hemos encontrado durante los más de 10 mesesia, contando la mayor cantidad de aves posibles en 2021.
Hemos descubierto de primera mano la riqueza de nuetsro país, que tiene la mayor diversidad de aves del mundo. Hemos cubierto 10.439 millas (16.800 kilómetros) de carreteras, hemos bajado desde altas y nubladas cumbres hasta vastas llanuras que se extienden hasta donde alcanza la vista, divisando docenas de especies de aves a través de la ventanilla de nuestra camioneta. Hemos atravesado 248 millas (400 kilómetros) de ríos en lanchas, llegando hasta remotos parajes sagrados en el Amazonas colombiano, inaccesibles por otras vías. Trece vuelos nos han permitido llegar a 28 departamentos de Colombia, y hemos andado a pie 733 millas (1,180 kilómetros), maravillandonos ante las aguas cristalinas corriendo sobre lechos rosados; ante pequeños colibríes enfrentarse como guerreros medievales, blandiendo sus picos como armas; y ante brillantes ojos azules o plumajes amarillo intenso que hemos divisado al aventurarnos dentro de bosques.
Los cerros de Mavecure, en el sureste de Colombia, son uno de los lugares más impresionantes que hemos conocido. Las formaciones son sagradas para las comunidades indígenas de la zona, que las consideran hogares de dioses. Y los tres enormes montículos, a los que sólo se puede acceder mediante un viaje de dos horas en barco por el río Inírida, se alzan como poderosos guardianes que miran a la selva amazónica. Nos atrajo especialmente el mayor de estos montes, no sólo porque se eleva a unos 60 metros de altura, sino también porque se llama Pajarito.Foto:Niky Carrera Levy and Mauricio Ossa
Unas 1,800 tazas de café e incontables vasos de agua de panela fría con limón han amenizado apasionadas conversaciones sobre conservación con personas afrocolombianas, indígenas, campesinos, niños y guardabosques comunitarios. Hemos acostado nuestras cabezas en 220 almohadas, muchas de ellas cedidas por las familias que nos abren las puertas de su hogar y duermen en hamacas durante nuestra visita.
A menos de dos meses de terminar de recorrer los cuatro departamentos restantes, sabemos que experimentaremos muchas más despedidas llenas de lágrimas con familias que, como Gonzalez, no solo nos han abierto las puertas de su hogar, sino que nos han mostrado lo que se dedican a proteger.
En una cálida mañana en Puerto Leguízamo, en el sur de Colombia, caminábamos por las calles que llevan al aeropuerto cuando escuchamos un sonido similar al de una olla de agua hirviendo. Niky se apresuró a mirar a su alrededor y, efectivamente, eran ellas: una bandada de Garrapatero Piquiliso, comúnmente conocidos como "las hervidoras", calentando juntos sus alas a primera hora de la mañana.Foto:Niky Carrera Levy and Mauricio Ossa
Cualquier observador de aves colombiano experimentado puede adivinar dónde se tomó esta foto. Y es que esta especie de ave, el Compás, es el símbolo de la finca de Doña Dora. Hace una docena de años Doña Dora decidió apostar por la conservación de las aves, después de que los observadores de aves que pasaban por la zona la convencieron de dedicar su pequeña propiedad al turismo ornitológico. Su pequeña parcela, en la que regenta una pequeña tienda y cría unos cuantos cerdos, se encuentra en el suroeste de Colombia, está situada junto a una antigua carretera que conduce al océano Pacífico, en medio de una región llena de bosques, cascadas y ríos cristalinosFoto:Niky Carrera Levy and Mauricio Ossa
Encontramos esta Oropéndola Variable, muy común en el departamento del Meta, aferrada a lo que nos pareció un árbol mágico. Estaba lleno de pájaros gracias a la comida que les ofrecía don Pablo, un agricultor de Cubarral, en el este de Colombia. Su finca, "El Paraíso", es justo lo que su nombre indica.Foto:Niky Carrera Levy and Mauricio Ossa
Estábamos deseando ver al flamante Gallito-de-roca Andino. Nuestra espera valió la pena: en la Reserva Natural Jardín de Rocas, en Antioquia, pudimos deleitar nuestros ojos pajareros viendo media docena de las llamativas aves al mismo tiempo. La visión de los destellos rojos cortando el verde intenso de los bosques montañosos, mientras al fondo corren los ríos, es como asistir a un concierto orquestado por la naturaleza.Foto:Niky Carrera Levy and Mauricio Ossa
Fue un placer ver a esta Pava Maraquera posada, elegante, libre y con un vuelo firme en la finca El Color de mis Revés en Manizales, un lugar que se dedica al turismo de aves desde hace dos años (y uno de los mejores sitios de glamping de la región).Foto:Niky Carrera Levy and Mauricio Ossa
En las altas montañas andinas, el Colibrí Chupasavia, una especie territorial y muy fotográfica, abre sus alas como diciendo "Aquí estoy y aquí me quedo". Sus tiernas patas, con aspecto de zapatilla, despertaron en nosotros el deseo de contemplarla durante mucho tiempo.Foto:Niky Carrera Levy and Mauricio Ossa
La casualidad no jugó ningún papel en la captura de esta imagen. Sabíamos que si queríamos fotografiar al Terlaque Andino teníamos que estar preparados para aventurarnos a mayores alturas que donde habíamos visto al similar tucán de pico negro. Así que fuimos a buscarlo a El Bosque, una hacienda famosa por su labor de conservación de aves en el corazón de la región cafetera colombiana.Foto:Niky Carrera Levy and Mauricio Ossa
En las tardes y madrugadas de los meses que llevamos de viaje, nos ha acompañado el dulce canto del Currucutú, el más común y extendido búho chillón de los neotrópicos. Una mañana temprano, en la finca El Bronco, en el departamento de Arauca, al este de Colombia, tres Currucutús cantaban juntos. De repente, uno de ellos salió a saludarnos y nos permitió conservar su imagen como recuerdo de una región dispuesta a curar las heridas del conflicto armado y dispuesta a salir adelante.Foto:Niky Carrera Levy and Mauricio Ossa
Vimos esta Azulejo Real en la Hacienda El Bosque en Manizales, uno de los mejores lugares para fotografiar aves en Colombia. Debido a su ubicación en las altas montañas del país y a los comederos de aves colocados por el dueño Juan Martín Pérez y el guía Néstor Zapata, el lugar atrae a visitantes muy especiales, como el tucán de montaña de pecho gris y el hormiguero de cara creciente, que usualmente solo son visibles en los árboles más altos, en el caso del tucán; o cerca al suelo, en el de el hormiguero.Foto:Niky Carrera Levy and Mauricio Ossa
Tomamos esta fotografía en compañía de Flor Peña, una amiga que también es guía de aves, ama de casa, empresaria y cocinera que vive a orillas del río Putumayo, en el suroeste de Colombia. Esta imagen permanecerá en nuestra memoria porque, aunque aparece quieto aquí, el Batará Barrado mueve su cuerpo al ritmo de su propio canto.Foto:Niky Carrera Levy and Mauricio Ossa
Tomamos esta foto cerca del Hotel El Mirador, en una finca de La Macarena, donde confluyen los llanos orientales, la cordillera de los Andes y la Amazonia colombiana. Observamos cómo este Guala Sabanera sobrevolaba en bandada un cielo pintado por los colores del atardecer, antes de posarse en la rama de un árbol cercano.Foto:Niky Carrera Levy and Mauricio Ossa
Llevábamos mucho tiempo buscando pájaros en las densas selvas del Pacífico colombiano cuando el ojo azul de esta Maraquera Carisucia se asomó entre los arbustos. Tomar esta foto requirió paciencia porque es un ave inquieta que se mueve con frecuencia.Foto:Niky Carrera Levy and Mauricio Ossa
En medio del bosque alto andino, donde los verdes se mezclan con la neblina, el colibrí con el pico más largo del mundo viene sigilosamente a posarse en las nutridas ramas del bosque. La ciudad de Manizales cuenta con diversos lugares para observar al Colibrí Picoespada en todo su esplendor.Foto:Niky Carrera Levy and Mauricio Ossa
Jaime Córdoba, un líder indígena Curripaco, nos recibió en su comunidad cerca de un hermoso arroyo de color oxidado llamado Caño Vitina, en Guainía, al oeste de Colombia. Córdoba, que es observador de aves desde hace tres años, nos llevó por un sendero que serpentea a lo largo del arroyo, donde vimos a este Carpintero Amarillo y su pareja.Foto:Niky Carrera Levy and Mauricio Ossa
El Paujíl Copete-de-piedra es imposible de ignorar: Su impresionante pico, su increíble tamaño (pueden llegar a pesar casi nueve libras o dos kilos) y el penacho azul de los machos hacen impensable apartar la mirada. La destrucción del 90 por ciento de su hábitat nativo, el bosque seco tropical, así como la caza, han convertido a esta cautivadora ave en una de las especies más amenazadas de Colombia.Foto:Niky Carrera Levy and Mauricio Ossa
En nuestro recorrido por Caldas, en la región andina, sabíamos que queríamos capturar imágenes para nuestro álbum The Big Year Colombia, así que llegamos a los mágicos lugares de El Color de Mis Revés, que forman parte de la ruta fotográfica de Caldas. Esta imagen de um Terlaque Pechiazul congeló en el tiempo nuestro despertar en el glamping "El Tucán", donde desde las 6:00 am el rocío de la mañana acompaña el canto de los pájaros.Foto:Niky Carrera Levy and Mauricio Ossa
Este encantador Gavilán Lagartero se dejó fotografiar durante mucho tiempo en un bosque del Meta, al este de Colombia. Mientras nuestros objetivos se cerraban, nos miraba con curiosidad, haciendo todo tipo de poses, incluida esta con la cola levantada.Foto:Niky Carrera Levy and Mauricio Ossa
Una de las cosas que más hemos admirado en nuestro largo viaje es el constante cambio de los ecosistemas que vemos a través de la ventanilla de nuestra camioneta. Conduciendo por la carretera desde las montañas verdes y azules de Antioquia, en la región andina, hasta Puerto Pinzón, cerca de las tierras bajas de los Llanos Orientales, contamos unos 40 Caracaras Moñudos en un viaje de dos horas.Foto:Niky Carrera Levy and Mauricio Ossa
En la finca de Doña Dora, en el suroeste de Colombia, observamos a este Biemparado Común durmiendo durante unos días en un árbol a dos cuadras de su casa. Una mañana, acompañados por nuestro gran amigo pajarero Gilberto Collazos, fuimos a contemplar este ejemplar camuflado en el tronco, sólo visible para quienes lo miraran de cerca.Foto:Niky Carrera Levy and Mauricio Ossa
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