De qué modo la nueva tecnología convierte a los parques eólicos en lugares más seguros para las aves

Las aves de rapiña y la energía eólica tienen un historial tenso. ¿Podrían estas innovaciones permitirles coexistir?

En una mañana soleada de fin de enero, Amanda Wilhelm se encontraba dentro de una torre de observación ubicada entre los árboles de Joshua en el área de recursos eólicos de Tehachapi, controlando los movimientos de un cóndor californiano. No miraba hacia el exterior en dirección a las cientos de turbinas blancas brillantes, sino que observaba una serie de letras y números en un monitor. Para los inexpertos, el código SB#=237... Ant 1-North SS=77, parece incomprensible. Para Wilhelm, gerente de operaciones de campo de Alta Environmental Services, esos números y letras fueron pistas. El número 237 es un cóndor en peligro de extinción, uno de los 80 que habitan esta región del sur de California. A las 2:48 p. m. del día anterior, la antena norte recogió su señal de transmisión de radio. "La potencia de la señal es 77, lo que significa que no fue muy cerca", explicó.

La modesta torre beige es el centro neurálgico de un sistema de alta tecnología desarrollado para evitar que el cóndor número 237 o cualquier otro se estrellen contra una de esas muchas turbinas. En 2010, cuando se delineaban los planes para el proyecto de Alta aquí, los cóndores presentaban un problema. Dado que la especie casi se extinguió hace tres décadas, un programa de reproducción en cautiverio ha permitido que la población silvestre volviera a crecer, contabilizando 290 aves en los Estados Unidos y México. A medida que la bandada del sur de California ha ido creciendo, su hábitat se ha expandido al noreste, desde las montañas costeras hasta Tehachapi y el sur de Sierra Nevada, lo cual ha acercado a las aves a los parques eólicos que se construyen aquí desde la década de 1980. Si bien el envenenamiento por plomo sigue siendo la principal amenaza para la recuperación, la posibilidad de que los cóndores se estrellen contra las turbinas preocupa al Servicio de Pesca y Vida Silvestre de los EE. UU. (USFWS, por sus siglas en inglés).

"Nos sentamos y nos preguntamos: ‘¿Cómo diablos abordaremos el tema de que un cóndor pueda llegar a volar por un parque eólico?’", contó Kevin Martin, dirigente de Alta Environmental Services, que opera el sistema de control de aves en el área. Se dio cuenta de que la situación era única: en la mayoría de los cóndores libres, el USFWS ha colocado un transmisor de radio, un transmisor GPS, o ambos. "Debido a que se los controla tan de cerca, tenemos la oportunidad de usar ese sistema, y ​​de alguna manera, revolucionarlo", explica Martin.  

El sistema que diseñó Martin se basa en dos principios: saber si se acerca un ave y asegurarse de que las palas no estén girando cuando llegue. Dos torres de antena de 50 pies monitorean las frecuencias de radio de las aves continuamente, y un miembro de un equipo de tres personas explora los alrededores en un vehículo con una antena de mano. Cuando se detecta que un ave se está aproximando, triangula la señal e identifica su ubicación. Si se detecta el cruce de cóndores etiquetados con GPS, una capa de seguridad adicional, una "geocerca" invisible habilitada para Google Earth alrededor del perímetro del parque, envía un mensaje de texto al equipo.

 

 

Si aparece un ave en un radio menor a dos millas de distancia de una turbina, un empleado de la torre averigua de qué compañía es la unidad en cuestión y llama al operador para recomendar una "interrupción operativa" o el apagado temporal hasta que el ave se aleje. Hasta ahora, el sistema ha funcionado bien. Según la temporada, puede haber un par de interrupciones operativas por semana. Y aunque ha habido momentos tensos, como cuando docenas de cóndores descendieron en el área en 2016, ningún ave salió herida.

Tal como señaló Martin, la situación del cóndor es única: una pequeña bandada de aves y la gran mayoría de ellas lleva transmisores, lo que hace que la situación sea conveniente. Sin embargo, el sistema de detección de cóndores solo representa uno de los tipos de tecnología que se están desarrollando y evaluando en laboratorios gubernamentales, universidades y compañías tecnológicas de todo el país que apuntan a que la energía eólica sea más segura para las aves.

Durante dos décadas, la amenaza de la industria para las aves ha estado en el centro de un debate altamente politizado. Los críticos señalan que las turbinas se cobran la vida de cientos de miles de aves por año, en su mayoría aves cantoras, pero también especies más grandes, en particular águilas reales. La industria eólica responde que esas muertes son mínimas en comparación con las causadas por gatos o líneas eléctricas. Sin embargo, ninguno de los dos puntos de vista tiene en cuenta el panorama completo, ya que el debate se complica por un factor relacionado con el futuro: si el cambio climático continúa a ritmo acelerado, los modelos de Audubon manifiestan que cientos de hábitats de especies de aves de América del Norte se reducirán al menos a la mitad para el año 2100. "El cambio climático es lo que más afecta a las aves", afirma Garry George, director del programa de energía renovable de Audubon California. El despliegue rápido de energía limpia será crucial para evitar ese destino. Y si el viento es parte del asunto, como debe serlo, las salvaguardas de alta tecnología ayudarán a garantizar que las aves vuelen hacia ese futuro sin salir lastimadas.

 

 

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l problema viento-aves se remonta a la década de 1990, cuando los conservacionistas quedaron en shock ante la revelación de que cientos de águilas reales, así como también mochuelos de madriguera y otras especies, morían en Altamont Pass en California, la ubicación de uno de los primeros parques eólicos de la nación. Durante la década siguiente, los investigadores acumularon datos sobre los peligros que representaban las turbinas para las aves y los murciélagos, y sobre la medida en la que emplazar los parques de manera cuidadosa puede minimizar ese riesgo. Un comité asesor federal formado por representantes de empresas eólicas, organismos gubernamentales, tribus, Audubon y otros grupos de conservación se encargó de codificar ese conocimiento en pautas de buenas prácticas.

"La industria reconoció que necesitaría invertir más en soluciones", opinó Abby Arnold, directora ejecutiva de American Wind Wildlife Institute (AWWI), una asociación entre compañías eólicas y grupos ecológicos, que incluye a Audubon, y es un centro de localización e investigación tecnológica. "Debido al cambio climático, la industria eólica y los ambientalistas comparten un interés", comentó David O'Neill, jefe de conservación de Audubon. "Esa dinámica nos permite tener conversaciones con la industria, por lo que somos parte de la solución para ayudarlos a alcanzar el éxito, y ellos son parte de la solución para ayudarnos a reducir las muertes de aves".

Para la industria, encontrar soluciones tiene sentido tanto a nivel legal como económico. Conforme a la Ley del Tratado de Aves Migratorias (MBTA, por sus siglas en inglés), así como a la Ley de Protección de las Águilas de Cabeza Blanca y Reales y la Ley de Especies en Peligro de Extinción, dañar a las aves generalmente es un delito, incluso aunque sea de manera involuntaria. (El gobierno y el Congreso de Trump podrían cambiar esto). Eso significa que una especie protegida podría detener un proyecto eólico, incluso después de que se hayan invertido millones de dólares.

En el caso de los proyectos construidos en terrenos privados (la mayoría), el USFWS no puede hacer demasiado en cuanto a obligar a una compañía a tener en cuenta la vida silvestre durante el desarrollo de los mismos. No obstante, puede ofrecer ciertos incentivos. En 2012, el organismo finalizó las pautas desarrolladas con el comité asesor federal, que establecen un proceso paso a paso para cuantificar y mitigar las amenazas a la vida silvestre en un sitio propuesto. Las pautas son voluntarias. Sin embargo, el USFWS tiene discreción para referir casos a juicio en virtud de la Ley MBTA. En caso de que se produzca una muerte, a una empresa que haga un esfuerzo de buena fe para seguir las pautas se la podría tratar de manera más favorable que a una que las ignore.

 

 

Cuando se publicaron las directrices, el gobierno nunca había enjuiciado a una compañía eólica en virtud de la Ley MBTA. No obstante, había expedido más de 400 violaciones de la Ley MBTA a compañías de petróleo y gas en las dos décadas anteriores. Luego, en 2013, Duke Energy Renewables fue enjuiciada por la muerte de 163 aves protegidas, incluidas águilas reales, alondras y mirlos, en dos sitios de Wyoming. Al año siguiente, PacifiCorp Energy recibió una multa por la muerte de aves en dos de sus proyectos en Wyoming. Ambas compañías se declararon culpables, reconocieron que habían construido parques que sabían que probablemente acabarían con la vida de aves protegidas, fueron multadas (Duke por USD 1 millón y PacifiCorp por USD 2,5 millones) y se les ordenó desarrollar e implementar planes de mitigación. En el anuncio de acuerdo con PacifiCorp, el Departamento de Justicia enfatizó la importancia de un emplazamiento cuidadoso y señaló que ningún método conocido puede hacer que una turbina se construya en un punto seguro de alto riesgo.

La ubicación y el diseño correctos (como ubicar un parque fuera de un corredor de migración, por ejemplo, o las turbinas lejos de las crestas en las que se concentran las águilas) siguen siendo la norma principal. Pero la posibilidad de reducir las muertes esperadas de aves en los parques existentes, o de ampliar el número de sitios factibles, ha impulsado varios tipos de tecnología nuevos. La mayoría se basa en el principio de detección e interrupción, como el sistema de cóndores, o en elementos de disuasión que mantienen a las aves alejadas de las turbinas.

La Oficina de Tecnologías de Energía Eólica (WETO, por sus siglas en inglés) del Departamento de Energía ha financiado el desarrollo y las pruebas de varias de estas herramientas. Cumplir con el ambicioso objetivo del gobierno de Obama de abastecer el 35 por ciento de la energía mediante energía eólica para el año 2050, frente al 6 por ciento actual, implica resolver conflictos aviarios: según un estudio exploratorio del National Renewable Energy Laboratory en 2016, el 73 por ciento del potencial técnico de la energía eólica podría verse afectado por los problemas de la vida silvestre, y el 28 por ciento solo por las águilas reales.

Desde 2014, WETO ha invertido USD 8 millones en subvenciones para investigadores, compañías eólicas, ONG y desarrolladores tecnológicos que trabajan en soluciones de tecnología eólica/de vida silvestre. "El objetivo es ayudar a catalizar el desarrollo de soluciones eficaces y asequibles, y asegurarnos de que haya una fuente de tecnologías", informó Jocelyn Brown-Saracino, que dirige la cartera de investigación ambiental de WETO.

Según afirma Brown-Saracino, estas novedades podrían llegar a ayudar a las compañías eólicas a cumplir con los requisitos para facilitar "permisos de toma incidentales". Emitidos conforme a la Ley de Especies en Peligro de Extinción o la Ley de Protección de las Águilas Calva y Real, permiten a los desarrolladores con planes de conservación aprobados por el USFWS "tomar" o dañar a una cierta cantidad predeterminada de aves protegidas en forma legal. Para las empresas, los permisos de toma brindan seguridad jurídica. Para el USFWS, garantizan que una compañía haga todo lo posible para minimizar el daño a las especies protegidas. (El proyecto Alta tiene permitido matar a un solo cóndor durante su vigencia estimada de 30 años). Desde que el USFWS comenzó a aceptar las solicitudes de permiso de toma de águilas en 2009, solo se emitieron tres. Las compañías que solicitan permisos deben tomar medidas para mitigar las muertes proyectadas de águilas, pero no existe un enfoque probado para hacerlo. Un nuevo sistema de detección o disuasión podría ayudar a llenar ese vacío, si se confirma que es eficaz.

La confianza de que una tecnología efectivamente lleve a cabo lo que prometen los desarrolladores también es importante para los potenciales compradores. Tom Hiester inventó IdentiFlight, que usa software de inteligencia artificial para identificar águilas reales. Esto se debe a que problemas relacionados con la vida silvestre obligaron a su empleador, una compañía eólica, a sabotear dos planes en desarrollo en los que había invertido unos USD 20 millones. Cuando Hiester les mostró IdentiFlight a ejecutivos de compañías eólicas en 2015, recuerda que ellos le "pidieron que les brindara pruebas independientes de que funcionaba".

 

 

Justamente, el proyecto "Top of the World" de Duke Energy, el sitio en el que ocurrió la mayoría de las muertes que llevaron la promulgación de la Ley MBTA, se ha convertido en un campo de prueba para IdentiFlight. Después de que aparecieran los cadáveres de águila, el director ambiental de la compañía, Tim Hayes, comenzó a buscar soluciones. Por ejemplo, de baja tecnología, como la ubicación de biólogos en una torre de observación, y de alta tecnología, probando elementos de disuasión audibles mediante un fuerte ruido para tratar de alejar a las aves del sitio. Probaron elementos de disuasión visual con luces UV. Evaluaron una metodología de detección por medio de un radar doppler, del tipo que se utiliza para rastrear la aproximación de misiles. Ninguna técnica de alta tecnología impresionó a Hayes.

Por lo tanto, se acordó instalar cuatro unidades beta de IdentiFlight en 2016. Desde entonces, se han estado recibiendo comentarios de Hiester sobre la función del sistema y las formas de mejorarlo para satisfacer las necesidades prácticas de una compañía eólica, como por ejemplo, evitar detenciones innecesarias de las turbinas. La pérdida de ingresos podría equivaler a solo USD 100 por hora por turbina, pero considerar ese monto para varias unidades y por varias horas, la cifra aumenta considerablemente. "Estamos tratando de descubrir un punto ideal en el que podamos interrumpir el funcionamiento lo suficiente como para minimizar el riesgo para las águilas, pero no tanto como para que el mantenimiento del sitio deje de ser viable a nivel económico", dijo Hayes.

En 2016, AWWI organizó una prueba de IdentiFlight en "Top of the World", la cual realizó Peregrine Fund, una organización de aves de rapiña sin fines de lucro, para evaluar la capacidad del sistema con el fin de detectar a dichas aves e identificar águilas. Los resultados aún no son públicos. Arnold informó que han sido enviados a una publicación revisada por expertos y que en junio se realizarán más pruebas. Sin embargo, los hallazgos convencieron a Duke de comprar 24 unidades de IdentiFlight para "Top of the World" en enero, la primera orden comercial. Las unidades se comunicarán directamente con los sistemas de operación de la turbina para provocar interrupciones, eliminando la necesidad de un intermediario humano, y deberían brindar la oportunidad de evaluar si la extensión cubierta por IdentiFlight realmente deriva en menos muertes de águilas que si el control fuera realizado por humanos. En otras palabras, hay que comprobar si el sistema realmente funciona.

 

 

Encontrar un santo remedio que incluya a toda la vida silvestre probablemente sea imposible. Lo que funciona para las águilas puede funcionar para los cóndores y las grullas trompeteras, pero es probable que no sirva en el caso de, por ejemplo, pequeños pájaros cantores que migran en la noche sobre aguas abiertas—la siguiente frontera en la industria eólica estadounidense. De hecho, abundan los desafíos totalmente nuevos en alta mar. En tierra, la evaluación de amenazas incluye un control intensivo previo a la construcción, lo cual es mucho más complicado de llevar a cabo mar adentro, donde las olas y la visibilidad reducida hacen que contar especímenes sea un desafío. Y aplicar el método utilizado tradicionalmente para medir las muertes de aves (buscar cadáveres debajo de las turbinas) es casi imposible.

La Oficina de Administración de Energía Oceánica ha financiado varios estudios, algunos de los cuales emplean tecnologías de seguimiento, destinados a recoger más información sobre el modo en que el frailecillo silbador y otras especies de alta prioridad utilizan las aguas del Atlántico. Y dos proyectos financiados por WETO están explorando formas de evaluar los riesgos de mortalidad en alta mar, como por ejemplo recurrir a imágenes térmicas para identificar las especies que aparecen en un sitio propuesto y si vuelan a la altura de las palas. Estas tecnologías no pueden conectarse en línea lo suficientemente pronto: hay más de dos docenas de proyectos en alta mar en proceso, —la mayoría en el Atlántico, algunos en el Pacífico, y un proyecto muy controvertido en Lake Erie— con una capacidad potencial combinada de 24.000 megavatios. Nadie quiere que ninguno de ellos sea el próximo Altamont.

 

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ocos días después de visitar el parque eólico de Tehachapi, conduje hasta el Refugio Nacional de Vida Silvestre Bitter Creek, 60 millas al oeste, con la esperanza de ver a las aves para cuya protección se creó el sistema de detección de cóndores. Steve Kirkland, coordinador del Programa de Recuperación del cóndor californiano del USFWS, me llevó al corral para bandadas; un recinto alambrado donde los especímenes jóvenes criados en cautiverio se aclimatan antes de ser liberados. Posados en la parte superior había una docena de cóndores negros corpulentos con las alas adornadas con etiquetas de identificación de vinilo de colores brillantes. Esta mezcla de especímenes adultos y jóvenes de vuelo libre seguramente se había detenido allí para calentarse con el sol de media mañana antes de salir a buscar comida en las montañas.

Un movimiento capturó la atención de Kirkland. "Eso parece una demostración", dijo. Encima del corral, el número 328 había abierto las alas en forma de M sobre su cabeza inclinada mientras se balanceaba de un lado a otro. Luego saltó encima del número 216. "Intento de apareamiento", dijo Kirkland, con un cierto orgullo en la voz. Estos dos son una pareja conocida y el año pasado emplumaron su primer polluelo, uno de los casos entre las más de cinco docenas de polluelos salvajes emplumadas desde que comenzó el programa de recuperación. "Comencé en este programa en el año 1997, cuando solo había jóvenes", dijo. "Pasó mucho tiempo antes de que hicieran ese baile de demostración y la nidificación fuera exitosa".

Si todo sucede según lo previsto, la bandada del sur de California al final crecerá tanto que no será posible, ni necesario, colocarle un transmisor a cada ave. Cuando eso suceda, una tecnología más avanzada (quizás IdentiFlight o un sistema de vanguardia) podría ser el siguiente paso para proteger a esta especie antigua que en otra época deambulaba por el oeste de los Estados Unidos. Los cóndores sobrevivieron a un mundo en el que los mamuts lanudos y los gatos con dientes de sable se extinguieron, del mismo modo en que sobrevivieron, contra viento y marea, a las innumerables amenazas humanas con las que se han topado. Mientras continúen recuperando su hábitat histórico, los cóndores seguirán enfrentando muchos desafíos, pero hay buenas razones para esperar que las turbinas eólicas no sean uno de ellos.

 

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Energía eólica generada de manera correcta 

Después de que Audubon publicara su Informe sobre Aves y Cambio Climático de 2014, que demostró que el cambio climático amenazará a más de la mitad de las aves de América del Norte si no se reducen las emisiones rápidamente, se hizo muy evidente que la organización necesitaba enfocarse más en agilizar la producción de energía renovable en emplazamientos adecuados. El objetivo de Audubon es garantizar que el 50 por ciento de la energía de los Estados Unidos provenga de fuentes renovables para el año 2030. Los miembros de Audubon creen que esta transición es importante, y la organización debe asumir un rol: una encuesta de enero de 2018 realizada entre más de 2.300 miembros de todo el país demostró que todos los encuestados estaban a favor de más inversiones en energía renovable. El 89 por ciento dijo que la energía renovable es crucial para el bienestar del planeta, y el 78 por ciento opinó que los combustibles fósiles dañan a las poblaciones de aves a nivel mundial.

Además, más del 90 por ciento sostuvo que Audubon debería colaborar con la industria de la energía limpia en lo referido a soluciones respetuosas de las aves. Esos esfuerzos ya están en marcha: Audubon está trabajando en estrecha colaboración con socios de la industria de la energía renovable y con el gobierno para ubicar los proyectos de manera apropiada y ayudarlos a desarrollar e implementar prácticas y tecnologías, tales como IdentiFlight, que eviten que las turbinas se cobren vidas de aves. - Martha Harbison

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Esta historia se publicó originalmente en la edición de Primavera 2018 de la Revista Audubon bajo el título "Surveil and Protect". Para recibir el ejemplar impreso de la revista Audubon, conviértase en miembro realizando una donación hoy.