Un club para todos

Las aves unen a la gente, pero a veces se necesita un pequeño empujón.

En las oficinas centrales de Audubon, hay un gran botón rojo cerca de la ventana que da a cierta torre de agua. Cada unos pocos días, alguien lo oprime y una “alerta de aves” se extiende en toda la oficina. Comienza la batalla. Cuando el ave que se posa sobre la torre es un Halcón Peregrino, como pasó hace poco, la mayoría de los empleados terminan estrujados contra la ventana, mientras comparten binoculares y consejos para identificarla.

Nos encanta lo geek que es nuestra “alerta de aves”. Nos encanta ver aves de rapiña marcando el territorio en la ciudad. Pero lo que más nos gusta es ese pequeño recordatorio del día que nos demuestra que, aunque seamos diferentes, tenemos algo en común: disfrutamos, admiramos y adoramos a las aves.

A medida que exploramos la cuestión, las aves fomentan un poderoso sentido de comunidad, que pocas veces puede evocarse con solo presionar un botón. Los niños, por ejemplo, a menudo son los observadores de aves más jóvenes de la excursión (por varias décadas). En “The (Before) Breakfast Club”, Ryan Goldberg describe la revelación de una niña que entendió que no tenía que hacer eso sola: “Había otros observadores de aves allí, en Ohio justamente, y formaron un club”. Gracias a ese primer grupo de adolescentes audaces, ahora hay al menos 20 clubes de jóvenes observadores de aves que invitan a otros niños a unirse a sus filas.     

En otro lugar, los observadores de aves encuentran formas para derribar las barreras físicas. Nuestra Guía de Campo de Avistaje de Aves dedicada a consejos prácticos de personas con ceguera, problemas de movilidad y autismo que abrieron camino en el campo y establecieron sus propias comunidades. “Ser autista a veces puede ser muy alienante”, escribe Alysa Joaquin. “Siendo observador de aves, siento que pertenezco”.

Las aves son el eje de muchas comunidades espirituales, sobre todo en las culturas Nativas Americanas. Las águilas son especialmente sagradas; los Zuni, en Nuevo México, las consideran miembros de sus tribus. Pero tal como descubrió George Black en su informe “Mixed Blessing”, la demanda de plumas para reuniones sociales como las asambleas también puede presentar un trasfondo de caza furtiva que amenaza con debilitar a las mismas aves que idolatramos.

Las presiones que enfrentan las aves salvajes, y las comunidades que unen, resultan complejas, al igual que las posibles soluciones. Pero sería más que interesante esperar que comiencen con una alerta bien programada.

Este artículo se publicó originalmente en el ejemplar de primavera de 2019. Para recibir la revista impresa, hágase miembro hoy mismo realizando una donación.